Que no se calle el silencio
cuando mi alma pase,
que los ríos escarpen cerros
mientras la muerte avance.
La amistad cuesta dinero
como proezas de desastre.
Allá donde el fuego
las alegrías deshace
la venganza hecha olas,
los discursos dan la clase
la soberbia se acelera
y las víctimas decaen.
Las verdades sin barreras
para que las oigan y callen.
El hombre con su criterio
lleva al país al desastre
ondeando los estandartes
de la razón que se cae.
Y nace esa locura
de ver morir por el hambre
volverse los días noche
las sombras no se deshacen.
Pensar el día glorioso
saludando los cristales
de las ventanas del alma
como vuelo de las aves
resurgiendo de las cenizas
con gritos y vivas totales.