Siento un cansancio negro
que me corroe el alma
que apaga mi deseo,
que enturbia la mirada
Es un cansancio helado
que oprime la garganta
que clava sus espinas
entre pecho y espalda
Es un cansancio amargo
que no repara, agota,
la herida en el costado
que mana sangre y agua,
la pena desbocada
que clava sus espuelas
la oscuridad sin nombre
que hiela la mirada.
La voz que dice ¡Basta!,
el último lamento,
la mano que se agarra, desnuda
al clavo ardiendo
la danza vacilante del púgil noqueado,
el toro ante la espada
que arranca hacia el infierno.