No le bastaría al iris
surcar el cielo,
si en eso no encontrara
tu mirada,
que desnuda y viste
mi cuerpo de besos.
De tus manos…
no podrían hablarme,
los árboles que doblan
sus ramas para aferrarme...
Si en cada hoja
no encontrara el sobresalto
de un suave toque tuyo.
Y el mar...
que decir de aquel mar
que irrumpe en nuestro amor,
transformando su marea natural
al quemar más que el sol.
¡Oh condena de mis noches
no te calles como el ruiseñor!,
que cada atardecer
llora la luz del día.
Eres ansía oculta en el invierno
que germina en mi cuerpo,
¡Con la emoción
de una flor salvaje!
Claudio Batisti