Esclava de Alejandría, encadenada al desamor.
Seré el Sol que alumbre tu día y la lumbre del fuego que te dé calor.
Aunque quiera ser tu caballero, serás tú quien me proteja a mí.
No basta con decir «Te quiero» pero es que yo quiero, todo de ti.
El rojo de tus labios es inalcanzable como el Edén, tanto, que su sabor me tienta.
Mis ojos, puede que no te ven, pero no evita que mi corazón te sienta.
Tras cada momento, logras que mi mente me mienta.
Porque el frío de tu ausencia me calienta.
Lo que no empieza no termina, por ende, cada rima mía es eterna.
Choqué con tu autoestima, al desviarme en la curva de tu entrepierna.
Me perdí en mis sombras, por querer sacarte de la caverna.
Y me asombra, que tú me sacaste a mí, con la luz de tu mirada tan tierna.