Navega el frágil batel,
a favor de la corriente.
Ensimismado sin ver.
Que doblega su poder,
La sutil calma aparente.
Vibra la voz desatada.
Llora la voz conmovida.
Y las lágrimas resbalan,
como parduzcas cenizas.
Con la mano temblorosa.
Se somete a la codicia,
de quien ordena su vida.
Sigue el rebaño al pastor.
Aunque el pastor va detrás,
Simulando que el poder,
lo manejan las ovejas.
Pero el pastor las domina,
con un somero silbido.
Obedientemente ajenas,
sin protestar se doblegan.
Nunca se siente vencido.
Quien alberga un corazón,
de valores construido.
No reclina la cerviz.
Quien de valor revestido,
la libertad es su fin.
Cabalga un corcel brioso.
Lleva en su pecho el arrojo.
Y su gozo es emprender,
con orgullo su camino.
Batel que frágil navega.
Entre las olas vencido.
Sumiso sigue el embate,
que dirige su destino.
Y dejándose arrastrar,
por la procelosa mar.
Débil y sin rumbo va,
como el polvo del camino.
El pensamiento se nutre.
Se alimenta con vivencias.
Como se nutre el frutal,
de la savia de la tierra.
No sirven las apariencias.
En el tortuoso sendero,
de la azarosa experiencia.
No se queda el ruiseñor,
esperando la pitanza.,
Vuela libre haciendo gala,
de su valor y sapiencia.
Ladrones de libertad.
Rateros de pensamiento.
Revestidos de honradez.
Orquestan nuevas maneras,
de las mentes deponer.
Con fina desfachatez,
te van robado la vida.
Con tan sutiles maneras.
Que el crédulo se recrea,
en el virus que le inyectan.
Entre muros, sin saber,
que su libertad entierran.
A. L.
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