La maravilla de la vida son todos aquellos momentos que no podemos comprar. Que no se encuentran en objetos, sino en instantes. Cuando encontramos lo espléndido en lo sencillo y el valor de lo habitual.
“¡Bea Maravilla!” Me gritaba el pequeño vecino de 7 años, que no sabía pronunciar la letra “d”. Aquel que cuando eran noches lluviosas, aprovechaba para escaparse de casa con sus botas de hule Rojas y su curioso impermeable amarillo, insistiendo en que le contara una más de las historias de mis viajes.
“¿Y lepués qué pasó? ¿A lonle más fuiste? ¿El tren llegó?”. Los ojitos de el pequeño y mugroso, se iluminaban al compás del crecimiento de mi historia y sus suspiros incrementaban, a la par que yo cambiaba de aventura. Francia, Inglaterra, Bélgica, Italia, Arabia, algunos pueblos de México y parte de Canadá. “¡Wow! ¡Asombroso!”, sus sonidos me inspiraba a seguir recorriendo entre trenes, aviones, cruceros, y alimentarme de culturas, lenguas y personas.
Ese hombrecillo sí que sabía escuchar, y no solo eso, aprender. Me invitaba a explorar, a buscar piedras color amarillo por los parques para luego lanzarlas en el lago y comer sándwiches de crema de cacahuate con chocolate.
\"¡Cuéntame más, por favor!” Insistía la criatura. Y en una de las historias que más arraigada tenía en mi corazón, la pérdida de un amigo... toqué la nostalgia y comencé a llorar.
“¿Porque lloras?”, intrigado.
-Ño sucede nada, Gaelian. Es solo que estas historias me hacen reconocer más y más y más, que la vida vale la pena; que la vida es una maravilla, y que en cualquier momento todo puede terminar.-
“¿La via, Bea?”. -Así es. La vida, Gaelian. Las risas, las playas, las flores, la brisa, la lluvia...- “¡Los sándwiches y las piedras!”, interrumpió.
-Así es. También eso.-
Gaelian miró al cielo, permitiendo el goteo en sus cachetes. Se puso de pie y se quitó su impermeable, se dio media vuelta y comenzó a caminar.
-¿A donde vas, Gaelian?-
“Por mi via maravilla, Bea. Antes le que se me acabe.”