Zoraya M. Rodríguez

**~Olas y Vientos~**

Olas Y Vientos


**~**

Yacen olas y vientos,

entre el mar abierto,

que advierte más frío que nunca,

cuando las olas llegan y se van,

como un cuerpo lleno de eternidad,

que es del infinito que arropa con inmortalidad,

olas y vientos yacen aquí,

cuando se envenena el frío en la garganta,

como un nudo advierte y no encanta,

cuando se finge el porvenir incierto,

entre olas y vientos yacen aquí,

las sombras perdidas entre el mar abierto,

son penumbras de soledades que quieren vivir,

cuando más son perdidas y heridas las pieles,

¡ámame!, ¡sí!, ¡ámame!,

que no espero de tu aliento,

un mal tormento,

cuando no se enfría el imperio de tus ojos, amor,

cuando en mi respirar yacen tormentas,

de irrealidades mortíferas,

de desalientos y más,

son las olas y vientos,

que yacen aquí,

esperando el final triunfante,

de todo un amor a la deriva del viento entre las olas putrefactas,

que adviene lo que viene y adhiere lo que hiere,

un tormentoso bravío de un navío,

sin puerto donde pernoctar,

cuando en la noche arde de silencios,

divago y vago en las alcobas de la muerte fría,

buscando un tropiezo a vivir,

más y más que el mismo Cristo,

cuando se entorpece y esparce el álgido cuerpo,

tan celeste como el cielo,

o como esas olas y vientos,

que encrudece de tiempos,

en la oscura y templada noche,

cuando por inventar se torna de pesada la noche,

esa noche cuando el frío quema como la sola noche,

tan traviesa que se esconde de mí,

en el ímpetu de la virtud sangrante,

que palpita aún más como el latir del corazón,

sin esas piedras de rubíes,

que se pierden entre los navíos más caudalosos,

como lo fastuoso del Karma,

como el Ying-Yang,

entre negro y blanco,

de la soledad,

a cuestas del dolor maligno,

que siendo tan benigno queda entre las entrañas rojas del ocaso,

a muerte del segundo día,

entre lo que yacen aquí,

entre esas olas y vientos,

que barre la mortífera creencia,

de saber que en la ausencia,

sólo permanecerás aquí,

en mi alma opaca de luces tenues,

entre el frío adherido como imán perdido,

entre lo amargo de mis bilis,

o lo que lía más,

una locura a consecuencia del desenfreno mortal,

que advierte muerte,

¡sí, muerte!,

como la guerra entre el corazón y el amor sangrante,

que pulso a pulso vá esparcido,

entre las gotas del infinito que quiere más inmortal desventura,

cuando en el alma y la carga mortal del viento,

perpetra una mortal herida en el corazón,

que no evita lo que es inevitable morir entre esas olas y vientos,

del Dios de los cielos,

cuando yacen  aquí,

las tinieblas de un frío congelador,

que atemoriza con devolver al viento,

¡todo su olor…!.

**~**