Me di cuenta que soy prisionero del tiempo y esclavo de la rutina.
Me he vuelto sordo al canto de las sirenas y ya no escribo sus canciones, ni describo sus mares.
Las velas de mi barca, hoy melancólicas, claman por su padre el viento.
Huérfanas, abrazan desconsoladas al mástil, en un triste escenario pintado, sobre el lienzo de un cielo tácito de Luna menguante.
Hasta la marea se aquieta, para que la espesa noche, sepulte mi alma.
En esta noche no hay ni grillos que me canten para poder dormir.