Bosques encantados, mares revueltos por sus sales
Cada espacio habitado por sus guardianes
De ojos incomunicables, seguro yace el secreto
Cielos liberando sueños salvajes, los rayos
Celestiales; destinos como frutos mitológicos
¿Que va a ser de lo humano, perdido tanto
Entre ciudades? Recreando arbitrarios paraísos
Inútiles y artificiales, ¿Que estalle todo es su oficio?
Del hábitat al precipicio, convivir entre la incertidumbre
De la fecha al retorno, necesario; no hablo de una muerte
Sino de una vida fuera de las falsas luces, ominosas;
En lo mismo, abominables, cegando la luciérnaga del intelecto
Quemándola en lo momentáneo de su goce
Y aferrándola a lo siniestro de la trampa, irreales sabores
¿Qué conocemos nosotros de leyes naturales?
¿Qué sabemos ya nosotros de las leyes? Naderío de intuiciones
Vagas nociones de una casa, derrumbada por la furia
Y el deseo de algunos de los nuestros, de dar la espalda
Al mundo, real lo real perverso, que sé yo en fin
Solo intento encontrar la sombra de lo real, entre la multitud
De uno hacia al mundo; uno es otro y otro es uno
Multiplicación divina de finitos, ancianos árboles
Pensando, piélagos en interminables debates, cielos
Llevando invariablemente los designios que cada uno
Pudiera leer en ellos, símbolos supremos, independientes; eternos