Entraba en un restaurante de comida china en el centro de la ciudad. A lo lejos divise una estatua de madera oscura, brillante, como si estuviera sudando. Era la figura del Buda, Siddhartha Gautama pero este se veía que comía con ganas pues portaba una rotunda panza, bien inflada.
La curiosidad tomo posesión de mí y me fuí lentamente acercando a la figura del gran Buda. Lo pude apreciar con más detalle dándome de cuenta que su figura tenía la barriga descubierta, su cuerpo rígido con los brazos hacia los lados, como quien aguantara una gran emoción. La cara parecía seria pero si te acercabas veías que era como quien está a punto de tener un momento de delicia externa, una mezcla de placer exorbitante y al mismo tiempo temor de ser descubierto por otros alrededor.
Curioso al fin seguí adelante explorando, acercándome más todavía a este pobre trozo de madera. Por dentro me preguntaba el motivo de esta emoción, de tanta preocupación. Se le veía bien asustado pero al mismo tiempo muy agitado. Su cuerpo de madera estaba bien duro, rígido, con un gran estado excitación. Continué acercándome tratando de no hacer ruido para poder investigar sin ser detectado. De pronto vi el motivo de su gran calentura y nerviosismo.
Parada frente a este Buda de madera estaba la mujer más bella del Universo. La imagen real del modelo ideal de la Forma mujer en la filosofía de Platón. Alta, Hermosa, piel delicada, con pálido color, tez cremosa, un cara angelical que pondría a Helena de Troya muy envidiosa. Esta preciosa Diosa llevaba una camiseta negra sin mangas muy ceñida a su pecho enseñando la forma de sus hermosos, perfectos, senos. De la cintura hacia abajo llevaba puesto unos vaqueros que moldeaban su escultural cuerpo, tallado por dioses del Olimpo, mostrando al mundo sus curvas sensuales y tan deseables. Sus muslos, sus piernas, su trasero escultural, su vientre como una planicie, revelando la forma de su codiciado sexo. Todo esto es suficiente para que un hombre normal empezara a sudar y reaccionar en una forma sensacional pero amigos, para colmo, las manos y dedos femeninos de esta Hermosa diosas tocaban deliciosamente la barriga de esta pobre escultura de madera.
Estaba yo tan aturdido a ver esta impresionante imágen que de pronto me sentí como si yo me esfumara completamente transladándome adentro de la imagen del Buda. Ella me miró con cara de pícara dándose de cuenta de lo que había sucedido. Se acerco a la imagen y deliciosamente le plantó un beso en la boca a la estatua mientras sus dedos acariciaban dulcemente la barriga. Instantáneamente se paró un palo de madera grande que estaba escondido en la ropa de este pobre, hizándose como el hasta de una bandera apuntando rectamente a mi Diosa. Ella bajó sus dedos hasta coger mi estaca en la mano y mirádandome dulcemente con su sonrisa sensual me habló al oído con una voz dulce y sensual:
“ Mi querido amigo, se quién tú eres, te prometo hacerte muy feliz visitándote con frequencia hasta que no puedas más”.
Mis queridos amigos, como Buda estoy supuesto a ser estoíco escondiendo el placer, el sufrimiento. Pero llegó el momento de mi total rendición y en ese instante sujetando ella mi falo de madera no pude aguantar más y de mi palo encendido brotaron gotas de recina. Me miró dulcemente con una sensual sonrisa y su voz de sirena con su divino acento me dijo al oído:
“ Mi amigo, cambié de opinión, voy a comprar esta estatua contigo adentro . Te llevaré a mi casa para que estés más cerca de mí, para que estemos más frequentemente contentos.” Al oir sus palabras sentí una paz interior de gran envergadura y mi resina brotó con más facilidad
La felicidad le llego al Buda de madera en un momento inesperado. La vida cambia en un momento.