Gira y vuela, va y viene,
la hoja seca, rota, triste.
Tan solo ayer fue verde
cabello de un gigante,
y danzaba y coreaba a la
brisa junto a mil hermanas.
Ni en el más yermo sueño
pudo presentir la crueldad
de los días rojos, las impiadosas
manos del anciano otoño,
con su rostro arrugado
y famélico, mojado de nostalgias.
Gira y vuela, va y viene,
la hoja seca, rota, triste;
le parece que el mundo no
tiene pies, ni los siglos fin,
ahora que convulsiona
entre las ráfagas violentas
del viento que se venga de ella,
parécele, sin fundamento.
La primavera ahora suena
transparente y huele a pergamino
arcaico. Su recuerdo se arruga
como la piel de una leyenda.
Gira y vuela, va y viene,
la hoja seca, rota, triste.
Mientras busca su lecho
definitivo, entre los regazos
inminentes del invierno,
la cicatriz como piedra
de su acallado tallo, es el testigo
último de sus amaneceres,
de sus risas, de la caricia
efímera, casi olvidada de
su amor, de su espíritu y de su vida...