La mujer de aquel, junto al jazmín, en su matrimonio como contrato, él ha olvidado el compromiso ante la doncella, finalmente conoce en su
jornada, en las bodegas de cosméticos, ella de cabellos oro, joven, esbelta bella:
Hola.
Y lía en su cortejo la red masculina, lía la palma, la semilla en flor, néctar soleado.
Ayer fulguraba su esplendor de la copa de rojo licor
Y hace, y busca y ordena, y yace y es mármol erigido sobre la arena
de zozobra de resplandor fatiga el velo, y sábese en la piel de su amada nueva
Va descuidado de amar su antigua esposa
tentado como espiga rubia que quemó el verde con el sol.
¿Y ahora? Dos damas contrapunteadas, sí, se va de casa.
Se va a forjar la luna de miel, (moon, moon, moon)
se desvanece en la fatalidad de saber ser.
Mira al hombre y piensa algo, ya sea seducir a aquel, descubrirlo amante y arder en su cuerpo, se da cuenta el tal hombre, gallardo se acerca
y luce, será la noche de seducción,
el alcohol desinhibe sus estigmas y ambos logran ser fundentes y huyen cuerpo a cuerpo
se alejan y circunscriben los confines (una vez…)
No pueden y vuelven a pecar, llega a casa con su amado de otoño,
le conduce a la ventana, le seduce viejo, no presiente sentirse complacida
y corre a dormir, dícese cansada.
Se unen tras un silencio obligado, se unen y no es igual,
el joven la llama, y se ha ido.
No, también regresa, urdido en verse desde la intriga de descubrimiento
son dos cuerpos sin pensar en el mañana
son despilfarro de emociones
son y dejan de ser.