Ya viene por los montes
el aroma de los olivos
y llena los estanques
de escogido perfume.
Ya viene tu luz
a rodearme
como antorcha de eterna flama.
Me sobrecoge tu presencia,
el rumor de tus pasos
en el extenso valle.
Ven, rodéame
con tu cinta de oro,
dibuja trenzas
en mis cabellos,
que yo te entrego mi alma.
Melodías de violín
se extienden en la oscuridad
entre la danza
de las luciérnagas.
Ven, y dame a beber
del vino grana de tus manos
que hace arder mis labios
de intensa sed.
¡Ah! mi voz es débil murmullo
que implora,
que canta este himno
a tu hermosura.
¡Ah! mi Jesús,
el que se adueñó de mi esencia,
tú lo eres todo
en la plenitud de mi vida.
Ingrid Zetterberg
Dedicado a mi amado Jesucristo
De mi libro \"Por los bosques del silencio\"
Año 2,014
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