Un viejo, sentado en una mecedora.
Taciturno, lánguido
y dócil ante el tiempo.
Espera, sin rencores
y sin reclamos,
Cómo la alquimia de Chronos,
convierte lo que es hoy piel y huesos
en historia, cuentos, y anécdotas.
Lloramos cuando vemos partir
a los usuarios de esos
cuerpos desgastados.
Somos energía y manejamos
materia hecha de carne y de huesos.
En cada brillo del alba
que mis pupilas exaltadas
disfrutan en cada amanecer;
En cada velo escarchado
que percibo al caer el sol;
Pido, exijo al Universo,
Que no sea impaciente
en reclamarme al cosmos.
Que no me absorba como luz
en el espiral galáctico.
Que me deje manejar, estos,
mis huesos, cubiertos de carne y de piel,
hasta que la ventana de mi alma se nuble;
se cierre por el vencimiento de mis córneas,
por las cataratas,
por el opaco tono del cristalino sin luz
y me permita escribir
el guión de mi resurrección.
Hoy escribo,
para resucitar cuando me lean.