¡Que se me escapa la vida!
¡Se escabulle mi ilusión!
¡La penumbra excitación
de su lluvia compartida,
hicieron de mi partida
la más deliciosa muerte!
De tal amante con suerte,
puedo vivir de la sombra
de su elíxir, en la alfombra
del que fue nuestro amor fuerte.
Fue en su dulce comisura
que saboreé el caramelo.
Fue en el néctar de su pelo
que degusté la dulzura.
Fue en su demente cordura
que comprendí el universo.
Fue en su cuello suave y terso
que devoré sus sentidos.
Fue en sus brillantes sonidos
que encontréme, de ella, preso.
Sus enojos, me empalagan.
Sus pupilas me enamoran.
Sus mil besos me devoran.
Sus miradas, ¡bien me embriagan!
Sus sonrisas, no mal me hagan.
Pues, su cuerpo me envenena
en dicha, de mi alma plena;
el aroma imperceptible
de su rosa irresistible,
¡sangrando... me deja en pena!