Ma. Gloria Carreón Zapata.

UNA MAMÁ SUPERMAN.

 

 

Mi madre llegaba cansada de todo un día de jornada. Desempeñaba el puesto de control de calidad en una gran empresa americana. Además de pediatra, psicóloga, dentista, maestra, enfermera, doméstica, etc;  Profesiones no reconocidas, ni valoradas.

Así que todo el día estaba  activa de aquí para allá y  yo;  quien me lamentaba no tenerla a mi lado en la etapa de mi adolescencia, no comprendía el sacrificio de ella, mucho menos el dolor que la atormentaba al tener que dejarnos al cuidado de mi padre enfermo. Quien después de una grave afección  había perdido la vista a causa de un tumor maligno, quedando pensionado.  Un mísero retiro que no alcanzaba para el sustento de siete hijos;  así que mi valiente madre  quien después de haber sido una niña acaudalada tuvo que enfrentar la situación y salir a trabajar.

 

 Aunque mi padre se las ingeniaba para atendernos en algunas ocasiones,  una tía nos auxiliaba,  no era lo mismo,  y yo en la etapa de la adolescencia  me la pasaba de mal carácter  y en mi rostro pintada la amargura, deseosa de tener a mi lado a mi madre.

..-¿Por qué no llevo una vida normal como la de los demás amigos?...--, me preguntaba,

sobre todo al regresar de la secundaria sabía que mi madre no me esperaba. Al regresar a casa la sentía tan vacía, faltaba ella, mi madre.  Quien aun después de tan pesada faena, llegaba a seguir con sus obligaciones de madre y esposa. A preparar los uniformes de mis hermanos y la ropa sucia del diario. Éramos siete hijos y ella siendo una mujer tan pulcra no permitía que se le acumulara el trabajo del hogar. Recuerdo que sacaba una gran tina y se ponía a tallar los pantalones de mezclilla de mis cinco hermanos, además de uniformes, eso nos causaba risa a mis hermanos y a mí, porque en lugar de aventarlos a la lavadora a que se lavaran solos, ella estropeaba sus delicadas manos tallado  y rezando que a ella le gustaba hacer las cosas bien hechas.

Al terminar  nos ordenaba cariñosamente que nos diéramos una ducha para en seguida revisar nuestras tareas escolares y por último,  preparar  nuestros sagrados alimentos  y  así, otro día levantarnos casi de madrugada preparar comida para llevarse a su trabajo y enviarnos nuevamente a la escuela ya desayunados.

Esa era ya nuestra rutina diaria.

--¿Que se creerá, mi madre?--, rebelde rezaba.

--Aparte de que no está conmigo todo el día todavía se la pasa dando órdenes, y ni siquiera se imagina la falta que me hace—

 Esa era la oración diaria de una adolescente con falta de madurez.

Ahora que han pasado tantos años y soy madre y abuela he llegado a comprenderla, cuando en algunas ocasiones me he preguntado. 

--¿Cómo es que hacía mi madre para cumplir con tanta labor diaria. No cabe duda, tuve una mamá Superman y hasta ahora me doy cuenta. Los  hijos en algunas ocasiones somos injustos y no reflexionamos hasta que nos toca vivir la experiencia de ser padres. Creemos que nuestras madres no se cansan, que están hechas de metal o plástico y nunca les preguntamos, 

--¿te duele algo mamá, estas cansada?--,

al contrario muchas de las veces las juzgamos sin detenernos a pensar que las madres  aparte de ser ángeles de Dios, han sido enviadas para guiarnos, amarnos y protegernos. Por eso, si tienes a tu madre todavía, disfrútala y hazle saber lo importante que es en tu vida y cuanto la amas.

 

Como dijo la gran poeta Tamaulipeca Ana María Rabatté... Nunca visites panteones                                                Ni llenes tumbas de flores                                                Llena de amor corazones                                                En Vida, Hermano en Vida. 

¡A TODAS LAS MADRES SUPERMAN... DIOS LAS BENDIGA!

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

mexicana.