Quiero enarbolar tu boca piadosa y perfecta,
tus vocablos suavísimos, modestos, que besan,
tu lengua en relicario, tu paz devota,
tu belleza suprema que el incienso no apaga,
tus oraciones pulcras que hacen bien
a mis huesos hundidos y a mi alma rajada.
¡Quiero que me ames con la fe que te sacia!
Quiero trepar a tus ojos paganos,
a tu mirada encendida y altiva
como hoguera perpetua y cercana
que al verme orar ignora que me entrego
con silenciada voz y amor por ti.
Quiero que mires más allá de mis manos
con tu candela diáfana mi recluida vida.
¡Quiere y cuida mi alma que haces brasa!