El medio cielo rojo del amor,
su curva llama sola,
se arrastra por mi espalda
tan pronta y solitaria ante la noche.
Yo voy enceguecida
por los espejos álgidos
que en lo oscuro me acechan.
Y es que mi piel
se vuelve oro incesante,
cuando inundas e inundas
con tus lunas mi vientre.
Mi vientre de muchacha que arrastra
el frío desmesurado del ayer.
Noche a noche me cubre
tu humedad imprevista de estrellas.
Dentro de mi sombra hay solo luz,
luz entregada por el testigo
azul del medio cielo.
Mías son todas las penumbras.
Mío este antiguo juego
donde el amor vencido
es vencedor.