Ron Alphonso

La pequeña vendedora de papa

La pequeña vendedora de papa

 

Chabita, la vendedora de papa más chiquita,

descalza y mal alimentada, se mantiene firme,

se levanta de primera en las mañanas,

hábil para encender la lumbre y preparar el café,

heredó de mamá su gran espíritu de lucha,

aunque no la logró conocer, ni se amamantó,

lo que recibió en su vientre, fue suficiente razón.

 

Su padré paga una larga condena por su crimen,

de no ser por su anciano abuelo, ya estaría con mamá.

Sale al pueblo los miércoles de mercado campesino,

cuida celosamente... \"la mercancía que deben de vender\".

La gente la mira y se detienen con cariño a saludar,

ella los mira seria y dice: Venga sumercé, que va a llevar?

 

Los que la conocen les encanta escuchar su perorata:

“Lleve la pastusa que se deshace y sabe rico,

la criollita que es amarilla y se come con mantequilla,

La sabanera que saladita, se come con carnita,

Llévela sin susto, pero al menos cómpreme un bulto”.

 

Y así la chiquita acaba de tarde con toda la venta,

vuelve a casa sentada en la grupa del borrico,

comiendo su arepita con hogao, que paga su labor,

el abuelo suspira y pide al cielo poder resistir;

 

Quiere dejarla más “volantoncita” y que se pueda defender,

cuando Rubén, el primo militar, regrese del cuartel,

y se haga cargo de la agobiante labor de cultivar.

 

La artrosis cada día está peor, cada día duele más,

pero sabe que debe perseverar, aun no se puede marchar.

 

Dios solamente sabrá, la suerte que Chabita deba enfrentar.

 

Ron Alphonso

9 de mayo de 2018