Miro tu frágil cuerpo encorvado, tus plateadas sienes y tu sonrisa, tu sonrisa que pareciera no borrarse jamás.
sonrisa que es ánimo, que es fuerza, que es esperanza.
En el invierno en las que las vicisitudes de la vida te ha arrojado, te rindes al designio arcano.
Fuiste erguida como palmera, que resistía estoica los vientos y tempestades de la vida. quien me acunara en su tierno regazo,
para, ahuyentar mis miedos e inseguridades, caña segura que sostuvo mis enclenques pasos.
Savia colmada de sentimientos que a mi adolescencia aconsejara...mi hada primera.
Hoy, con las manos unidas en oración y, henchida de gratitud, como legado, suplicas bendiciones al eterno soberano.
Te miro y, con el corazón rebosante de amor, mi cabecita de plata, mi dulce disciplinaria, atino sólo a exclamar:
!!Ahora mi palmera, apóyate en mi mano!!