Yacía con el último aliento
su vida se apagaba inexorablemente
buscaba su beso como el sediento,
ríspido, deseoso que Dios sea clemente.
Sus ósculos destilaban
la embriaguez del vino
la compasión de sus labios buscaban
entrelazar nuestros destinos.
Mi amada moría, moría, moría.
En un lecho profano para el amor
el dolor finalmente extinguiría
a la que había sido mi ardor.
No le mentiré he estado
llorando, me invade un sentimiento
putrefacto, desolado
mi corazón esta sin movimiento.
Mi regreso a la vida
depende de su aliento
con su adiós, con su ida
será gradual mi desfallecimiento.
Hasta ayer en el atardecer
busque rozar sus labios de carmesí
la abrace con tanta fuerza a mi querer
que me fundí en un largo frenesí.
Hoy el tiempo vano
pasa dejando huellas
en mi pelo cano
mientras vives en las estrellas.
Volveré a sorprenderte
volveré con mis besos
a embriagarte y a extasiarte
finalmente Dios escucha mis rezos.
Ahora que estoy rígido y pálido
que el sabor de tus ósculos
son el dulce sabor entrometido
entre tus labios y los míos en los crepúsculos.
Mi amada moría, moría, moría.
Era un atardecer de desaires
mis besos no serían mas, serían una sangría
en mis brazos expiraba sus últimos aires.