Mi Rey,
tú te has ido.
Si estuvieras
en este amanecer
me protegerían
sus brazos ausentes.
Y tu perdón
rondaría nuestro lecho.
Y como un río
crecería mi paz
en su llanto de luto.
Caminas en él
como distante de su piel.
Deja que yo muera
en su pecho
como un pájaro blanco
y vencido.
Sus manos cansadas
se parecen a las tuyas,
y por ellas yo vivo.
Se afanaron
en el duro trabajo
de esta vida;
y aún
no han acabado sus heridas.
Dieron forma
a muchos sueños,
y sus ojos son los tuyos.
Como un guerrero
es valiente.
Preparado cual un jinete.
Rey mío,
ámalo a él;
acércate al atardecer.
Abre camino
en su costado,
sin que lo presienta su ser.
Enrédalo en tus redes.
Haz tu morada con él.
Aunque retumben tus pasos,
sorpréndelo al amanecer.
Arroja lejos las sombras.
Si has forjado
estos pensamientos,
¿quién podrá detener
el soplo de tu aliento?
¿Si no has olvidado
tus promesas,
¿quién podrá hacer
que retrocedas?
En tus suaves manos
he puesto el cofre
de mis anhelos.
Ingrid Zetterberg
Dedicado a Jesucristo...(Un clamor por mi esposo
en el tiempo en que aún yo tenía esperanzas
en mi matrimonio)
De mi poemario \"Tu luz y mis versos\"
Año 2,010
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