Eres la misma historia grabada en mi memoria,
Me duele la espalda de cargar con el peso de tu indiferencia.
Te perdí cuando más te necesitaba,
Me perdí entre tu recuerdo, fotos y cartas, te sentía cerca al leerlas.
Lejos estabas ya, y yo no podía hacer nada.
Sabía que le doblaba la mano al destino cuando lo planeaba junto a ti.
Está de sobra decir que nunca fuiste mío.
Cuando me encontraba sola en mi habitación,
solía pensar que el silencio era lo peor que podía pasarme.
Recuerdo el sonido que hacías al dormir,
intentaba reproducirlo con mis manos,
Me provocaba placer escucharte y olerte, aunque era una memoria inerte.
¿Cómo podía una chica como yo, enamorarse de alguien como tú?
¿Cómo podías pertenecerme?
Me engañé.
Te creí mío.
Repetí en mi mente que aunque no me quisieras
yo tenía amor suficiente para soportarlo.
Aún sigo esperando el regreso de mi razón,
parece que prefirió irse contigo.
Estás camino al olvido,
naufragando en el mar me encuentro, nos encuentro.
Estoy cociendo mis heridas con el hilo de tu lástima.
Un niño en mi vientre me recuerda el poco amor que me tienes, y todo lo que yo te he querido.
No me causa remordimiento haber dicho que te he amado,
desde hace algunos días te enterré,
te enterré con la rosa que me regalaste,
sí, esa rosa con la que me hiciste sangrar al no quitarle las espinas.