Aún aprendo
Anegado de exilio exhalo mis últimos suspiros.
Me contemplan ochenta primaveras.
Mente insaciable, como cuando empecé.
Curiosidad adolescente, vitalidad primordial.
Lo nuevo me alimenta.
Sé que ya es tarde. No hay tiempo.
La hora final va a desprenderse del campanario,
que ilustra cada tarde mi epílogo.
Estoy lleno de infancia,
todavía.
No necesito oídos para oir.
Mato mis ausencias dibujando sombras.
Aquí os dejo esta, mi retrato.
Tengo hambre todavía.
Deseo beber de estos nuevos aires, que serán
vendavales cuando deje de ser.
Mi camino se difumina a lo lejos.
Doy gracias a Dios por dejarme ver.
Es escaso el trayecto que me resta.
Estos cayados son de robusta madera,
todavía.
Viviré si no se agota el deseo...