Tu voz se sigue alzando vertical, desde el barro
que transitaste en vida y ensució tu sotana.
Ese grito ancestral, la voz humana,
que acallaban entonces los poderes bizarros.
Para poder matar tu grito inoportuno
dejaron en la tierra tu cuerpo asesinado.
No pudieron matar tu apostolado
que floreció pujante desde la treinta y uno.
Por decir solamente la innegable verdad.
Por pedir solamente pan, y paz, y trabajo.
Por querer levantar a los de abajo
te chupó la que entonces era la Triple A.
Hoy te recuerdo, Carlos. Tu vida ha sido trunca,
pero cundió tu esencia, la que no se llevaron.
Te quisieron callar, y fracasaron.
Tu voz se sigue alzando, hoy más que nunca.