Desde el musgoso paredón de los Ayeres
que divide dos crepúsculos,
los dioses inventaron la oscuridad de la negra noche
y la luz brillante de una aurora.
Trato de medir sus dimensiones desparramadas,
entre las ya despejadas y húmedas
tinieblas que moran en mi alma.
(hay en mi interior fuego, llamaradas
sobrehumanas,
donde se cuecen heridas y cicatrices siniestras, del antaño).
Dónde estás aurora de los Ángeles?
te busco entre los Vientos impetuosos
de mi alma.
Miro de frente tu rostro espejado
por estrellas luminosas que ya se apagan.
Estrellas que añoro desde niña,
Y que siempre me son negadas.
Aurora, paraíso de los Vivos y los Muertos,
no tienes noción del Tiempo,
que sagaz se mide.
Aurora, desierto de los mares,
lo que mi mente pergeña,
será aceptado por los que saben.