Un roce de tu cabello.
Bastaría para librarme,
de la soga que me ahoga.
Del dogal que me somete.
La agonía que me aterra.
Una brisa de tu cuerpo.
Al pasar junto a mi sombra,
expulsaría los miedos.
Que en las noches,
me atenazan.
En mis desvelos dormido.
En esos profundos ojos.
Donde se pierden los míos.
Voy sembrando las miradas,
que emanan de mis sentidos.
Expectante sobrevivo.
Para recoger los frutos.
Semillas que te prodigo.
Me balanceo en tus pestañas,
esperando la cosecha.
Y nieve, escarche o llueva,
paciente en alerta vivo.
Vuela soñando el deseo.
Y la pasión va temblando,
buscando un nuevo cobijo.
Anocheceres vibrando,
como juncos en el río.
Un corcel lleva en su grupa,
los desengaños que tuve.
Galopa hacia el infinito.
Y envueltos en una nube,
flota libre lo perdido.
Quedando las alegrías,
impregnando mi camino.
A. L.
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