Kleber Exkart

NO PUDE NEGARME

No había ninguna empatía, ella mas bien era insípida algo ríspida para el gusto del común de las personas. Pero estaba allí sentada en una banca desvencijada de la sala que poseía poco mobiliario. Apoyaba su mejilla sobre una de sus manos con el codo de soporte en un ángulo de 90 grados. Sus ojos parecían bailar una suave tonada e iban de allá para acá recorriendo mustios el poco espacio de la sala.

Una mujer que estaba en el otro extremo que tenía a un niño de brazos la miraba azorada mientras trataba de callar al niño que lloraba. No, no quiero ni siquiera pensarlo dijo pausadamente mirándola con sus ojos aviesos. Eso no puede haber ocurrido. Tú debiste haberte negado. La mujer que apoyaba la mejilla siguió sin inmutarse. Pareció no escuchar las duras palabras e ignorar los aguijones de la mirada de la otra mujer.

Finalmente dijo: él lo quiso no puede negarme. Las mujeres cuando llegue me ignoraron. No se habían fijado que hace rato había entrado y me había quedado ingrávido escuchándolas. Era una tarde de sol muy calenturienta, las lenguas de fuego saltaban y hacían chispas en las hojas secas que en cualquier momento se produciría un gran incendio. Trate de avanzar hasta el pequeño balcón que daba a la sala. Desde allí podía escucharlas. La mujer que tenía el niño parecía indignada. Mas de una vez alzó la voz recriminándola. Debiste haberme contado todo le dijo, dejando al niño sobre un pequeño catre de totora. Ya te dije que no pude negarme, dijo con voz tenue la otra mujer.

Por fin cambió de posición y alzó la mirada. Tú crees que me fue fácil, replicó. He estado casi muerta todo este tiempo. No he podido echar un ojo. Aun relamo su piel como si fuera solo hace unos momentos. No te lo había podido decir solo hasta ahora. Nunca tuve nada que ver en todo esto. Lo hice porque el me lo pidió. Esto nada tiene que ver contigo ni conmigo. Solo no pude negarme. Tu sabes que hay cosas que por mas que quisiéramos evitarlas aparecen como fantasmas. Esta fue una de esas cosas. A mi también me angustia y tal vez mas que a ti. Ahora no puedo volver con los míos. Esto me marcará para toda la vida y no podre arrancarme la piel y cambiar de fisonomía como quisiera. He estado hiriéndome para saberme viva, si dejo de hacerlo moriré.

Trataba de buscar su compasión pero la otra mujer habló con amargura: Nada justifica, hemos estado en esto como hermanas. Desde un principio te dije como era, debiste haberte alejado era un asunto de vida o muerte. Desde el mismo momento en que te llevó iba a dejarte impregnada siempre lo hace; con solo haber volteado las espaldas nos hubiéramos ahorrado esta lucha que no fraterniza.

Buscaba herirla. Habría podido golpearla pero la hería con la dureza de las palabras. Su fisonomía se hacía mas adusta a cada momento sin embargo no se le acercó demasiado. La otra mujer bajaba la mirada de vez en cuando pero la volvía alzar para mirarla a los ojos. Después de un rato las dos mujeres se callaron, hicieron una pausa a sus reproches. La mujer que cargaba el niño le dijo. Te tienes que ir no quiero que te encuentre aquí. Jamás debe saber que estuviste aquí. Tampoco podré volverte a recibir, no se que será de tu vida pero es mejor que te alejes lo mas que puedas, debes poner distancia de hoy en adelante.

La mujer que tenía apoyada las mejillas en sus manos se alzo sobre el asiento y asintió con la mirada y se dispuso a partir. Antes de irse volvió a decirle: él lo quiso no pude negarme. Hubiera querido que todo esto solo fuera un sueño pesadilla, pero la realidad es mas dura que la fantasía y que la irrealidad. Todos estos años he vivido en el andarivel y el trasiego de la piel de los otros y dejé de vivir para mi. Construí la grávida de muchos terraplenes solo para andar descalza sin la palaciega vida que pude tener. Pero en fin tienes razón no seguiré viviendo en los hilos de los otros. Tal vez me acusen de misógina pero es mi identidad y debo cebarme en ella a lo mejor logre olvidar todo esto.

Sentí como se desvanecían e iban yéndose de la habitación bifurcándose hacía otros lares por diferentes caminos. Apenas entré la sala estaba vacía, no vi a ninguna de las dos. Aun se escuchaba sus voces yendo a favor del viento pesado de la tarde. No supe si las mujeres disputaban los jirones de una aventura o reñían por sentimientos encontrados. Alguien diferente salió a saludarme y olvide los reproches.