Una fibra se agita.
Una pestaña vibra.
Una voz se detiene,
al contemplar la vida.
Una lágrima rueda.
Una caricia efímera.
Unos ojos de Luna,
que celosos te miran.
La verdad se detiene.
La sonrisa claudica.
De la luz a la sombra,
solo queda la brisa.
Un pecado sin nombre.
Un roce que te humilla.
Unas manos de bronce,
que te quitan la vida.
La razón de los años.
La intuición que adivina.
La premura del beso,
sin acento ni dicha.
Unos labios de aroma.
Una voz que ilumina.
Un gesto que te ampara,
en la triste vigilia.
La tormenta que rompe.
La voz que sacrifica.
Unos ojos de nácar,
que congelan la risa.
Una idea acunada,
con las manos vacías.
Un pensamiento lleno,
de verdades que riman.
El amor que resuelve.
Con la mano tendida.
Que se atreve sin miedo,
a enfrentarse a la vida.
En la cascada eterna.
Se derraman deprisa.
Como audaces caricias,
de pasión revestidas.
Los instantes hermosos,
que escondidos vigilan.
A. L.
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