Como extraviado en desierto,
vagando errante, sin rumbo,
tras tu estela, dando tumbos,
voy trastornado y sediento,
soñando con agua fresca
para no morir de sed,
como ocurre cada vez
que siento tu boca cerca.
Ver aguas que no son tales
temo, por un espejismo,
y hundirme en algún abismo,
con consecuencias fatales,
por ceder a tentaciones,
cegada la mente, a oscuras,
y lanzarme a hacer locuras
lejos de tus intenciones
Pasó un día no lejano,
que, estando de sueño muerta,
tú te acercaste a la puerta
en que yo ocupaba el vano.
Cuando llegaste a mi lado,
con un mohín de pereza,
apoyaste tu cabeza
en el marco, con desmayo,
y, al verte tan desvalida,
movido por la ternura,
tentado estuve, criatura,
de abrazarte de por vida.
Tu carita demandaba,
parecía, una caricia
tu boca, pura delicia,
tentadora se mostraba.
Nunca en mi vida sostuve
tal lucha en mi corazón,
Nunca en una tentación
de caer tan cerca estuve.
Duré un siglo en cuitas tales,
concentrado en un instante,
hasta que un eco distante
me devolvió a mis cabales
Sofocar la llamarada
de mi instintiva locura
y restaurar la cordura
costó una lucha enconada.
Me pareció en aquel mismo
hermoso y triste momento,
que, si agua entreví, sediento,
fue solo un cruel espejismo.
Puede que un día lamente
mi cobardía en el lance,
cuando haya de hacer balance
del pasado y del presente,
mas sería imperdonable
que, por torpe y alocado,
hubiera malbaratado
nuestra amistad entrañable.
Soñando con agua fresca,
seguiré, muerto de sed,
también la próxima vez
que sienta tu boca cerca.
© Xabier Abando, 08/09/2016