Entonces la señora
le dijo al jardinero
que linda profesión siempre tranquilo
rodeado de tanto verde. El jardinero mirando
fijamente la pala gastada en su mano
soño de nuevo los cientos de heladas
sobre los tallos de las rosas,
las piedras en la huerta hiriendo la columna,
las gotas calientes del estío en su frente,
el sabor de avispas picando una mañana,
el cielo ausente en el cansancio,
sus pies entre la prisión de la goma de las botas y
la poca paga y
la soledad en ese bosque y
el día que la muerte solo fue otro
ventarron doliendo el cesped y sólo
logró balbucear que en este mediodía
de sol radiante
los pájaros copiaron el color de las flores
en su jardín.