Ya quisiera morir al pie del cañón
pero los pies del cañón (que además no los tiene)
son tan peligrosos y groseros
que amenazan siempre a otros,
y yo quiero el privilegio de morirme solo,
en santa paz, así.
Ya quisiera escuchar a mi corazón,
pero ahora mi corazón padece arritmia
y no lo entiendo. Solo escucho un tic tac,
un toc toc, un pom pom, o a veces nada.
Mi corazón es un nervudo y mísero reloj.
En decadencia irregular mi corazón se calla.
Ya quisiera cavar mi propia tumba,
pero mis conocidos no me dejan, no me ayudan...
además los muertos pertenecen más a sus deudos
y a sus deudas (si los tiene, siempre los tiene).
La tumba de un cadáver es a un solo tiempo
propiedad privada y despojo público.
El que ha muerto es un huésped al que despiden,
que destierran o entierran los suyos y los otros,
y un foráneo al que hospedarán los gusanos
devorándolo pacientemente y con respeto,
haciéndolo irrevocablemente suyo.
Quisiera también decirme \"descansa en paz\"
pero no puedo, no podré, nadie puede
descansar en paz sin sentir la ansiedad
-de pronto- de hacer algo, de enfrentar al mundo
y su problemas. Nadie quiere descansar para siempre,
como nadie quisiera vivir por siempre ¡Qué impósible!
¡Qué me queda, si al morir me voy para quedarme
por siempre y para nunca en sempiterna espera!