Una tarde de un tiempo indefinido,
Caminábamos por los pastizales secos,
De una pradera sutilmente dibujada por el
Alba cálida.
Los dos sabíamos que teníamos que llegar,
Hacia el horizonte rojizo, porque allí nos
Esperaban nuestros sueños.
También sabíamos que si no llegábamos
Antes que la noche callera, moriríamos.
Pero pese a esto, casi como ignorándolo,
Seguimos rumbo a muestro anhelado
Horizonte.
En ese camino charlamos de toda nuestra
Vida, y el susurro del viento, que se disfrazaba
De una lenta melodía, nos envolvía en un memorable
Retrato.
Llegamos a un punto donde nuestro camino
Se separaba, y decidimos seguir solos, pese a
Nuestra negación de separarnos.
En el camino, me sentía solo y abrumado.
Miraba a través de quilómetros de pastizales,
Con la esperanza de ver tu figura, más era inútil.
El camino empedrado era frio y solido,
Y mis ganas de seguir se pegaban extinguidas
Sobre las pequeñas rocas.
Pero distraídamente vi que nuestro caminos se volvían a
Unir, y solo restaban unos cuantos metros de nuestros
Caminos unificados para llegar a ese tan rojizo horizonte.
Cuando, decidí mira hacia atrás, del lado de tu camino,
Para encontrarte, pero solo estaba estática la senda
De tu camino bordeada de rollos de alfalfa.
Entonces me encontré entre mis sueños o tú.
Casi con lágrimas corrí en tu busca por tu camino,
Retrocediendo kilómetros del horizonte, corrí hasta el
Cansancio, y fatigado me encontró la noche.
Y en eso de segundos, mi alma se despegaba
Lentamente de mí, sentía como me moría, sabía
Que me moría, cuando me di cuenta de que tú
Habías llegado primero, y volviste por mí también
Por tu camino.
Indudablemente a ti también te agarro la noche, y estabas
Muriendo kilómetros adelante, mucho más lejos del
Horizonte.
Sin esperanza y recostado en el suelo
Dije, (casi como si me escucharas)
Si por esa casualidad nos salvásemos,
Recuérdame por favor,
“No volver a caminar este estúpido camino”
© Maximiliano Cabrera