Allá por mil setecientos
en una Francia oprimida
cayó en las manos del pueblo
la prisión de la Bastilla
que era símbolo brutal
de maldad y de perfidia
pues la ambición de los reyes
de hambre y miseria cubría
al gran país de los galos
tierra de mentes pristinas;
esa gran revolución
llegaría a nuestra América
para servirle de guía
contra la espada invasora
con nuestra sangre teñida.
Algunos años después
Miguel Hidalgo y Costilla
lanzo el grito libertario
de nuestras razas indígenas
con una voz que inspiraba
a fiera lucha continua
para que surgiera siempre
clara luz de rebeldía,
y que nunca se apagara
la grande tea encendida
que nuestras almas repleta
del amor por la justicia,
luchando con gran ardor
por estas tierras queridas
que tiranos sin conciencia
siempre mantienen en ruinas.
En mil novecientos treinta
un hombre con alma limpia
levantaría bandera
contra la enorme codicia
de reptiles venenosos
de invasión imperialista.
Hoy Nicaragua repite
aquella hermosa consigna
es patria libre o morir
y con tal coraje grita
que parece la erupción
del gran volcán Cosigüina
ya que no soporta más
a la nefasta familia
que con conciencia malvada
nuestro pueblo sacrifica
cubriendo nuestras ciudades
de sangre noble y bendita.
Los chacales que pernoctan
maquinando su impudicia
igual que Luis y Antonieta
han de ver con agonía
que a los pueblos decididos
déspota no hay que le impida
alcanzar victoria justa
que venza toda injusticia
y en pedazos caerá
su tenebrosa guarida.
Y surgirá Nicaragua
cual Fenix de las cenizas,
veremos salir el sol
con aurora blanca y límpida
que penetrara las venas
como savia cristalina,
y la estrella libertaria
fulgirá día tras día
iluminando la lucha
de vigor y fe prendida.
Autor: Aníbal Rodríguez.