En una noche fría, oscura, solitaria y con un cielo sin estrellas,
en medio de un suspiro por esos tristes recuerdos,
en plena batalla entre mi mente y corazón,
me atreví a mirar al cielo y apreciar a la estrella más brillante
que en él se encontraba,
me deje envolver por su brillo y hermosura,
que jamás me percate que era inalcanzable en mis días,
me atreví a soñar, amarla y mirarle todas las noches,
le prometí a mi vida que esa estrella estaría en sus días y en sus noches,
hoy me encuentro bajo ese mismo cielo y en mi mente solo suena una voz,
que en aquel cielo esa estrella jamás me perteneció,
aún vivo en batalla y el corazón le dice al alma “se le olvido a la mente que puede
ver millones de estrellas pero jamás ninguna como ella”.