La justicia se diluye,
como el jabón en el agua.
Y no valen las palabras.
Para dotar de razón,
la verdad que se sustancia.
Lejos queda la elegancia,
que la sencillez ofrece.
Cuando el necio reaparece,
apelando a la conciencia.
Si en su torpeza pretende,
dar marchamo a la indecencia.
Así convierte lo bello,
en un sutil esperpento.
Adornando con esmero,
lo feo que lleva dentro.
El agua del manantial,
turbia torna de vergüenza.
Al contemplar como el Hombre.
En su cuerpo cristalino,
va derramando impurezas.
Dando en su largo camino,
muerte en lugar de pureza.
En su rostro demudado,
se refleja la tristeza.
Y los cantos de sus aguas,
son cantares de protesta.
La verdad marca el sendero.
Camuflada la mentira,
lanza sus dardos certeros.
La verdad aseteada,
se debate en su concepto.
Aguijones que sortea,
retorciéndose en su cuerpo.
Así, bordea el camino,
para no perder su credo.
Ríos de notas fluyendo.
De afinados instrumentos.
Que van dejando sonatas,
en los más ocultos templos.
Simbiosis de su mensaje,
con escondidos anhelos.
Apelando al sentimiento.
Que a medio camino queda,
retrepado como enfermo.
Con las melodías sanando.
Los virtuosos arpegios,
dando color a lo negro.
Soñando con otros mundos,
vistiendo de lujo el nuestro.
La verdad va dando saltos.
Esquivando los pretextos.
De la razón revestida.
Llena de sabios consejos.
Rodeando realidades,
para confluir en el centro.
Efímeras son las voces.
Que llegan sonando a hueco.
Atardeceres sin Sol.
Luna sin bellos recuerdos.
A. L.
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