Así, como dos vástagos en un solo rubor
de sangre inmaculada bajo el jardín prohibido,
y que calla en su mismo verbo lo que ha vivido.
Así, voy sosteniendo mi lágrima y clamor.
La noche me intimida con su daga del mal,
y atraviesa mi piedra que siempre estuvo intacta.
Huyen y vienen dos bestias de muerte exacta.
Devorando mi espíritu con su hambre vesperal.
Estoy aquí, doliéndome desde mi propio ser,
cual santo que se duele detrás de alguna puerta,
y eleva su oración en su fragancia muerta.
Aún estoy aquí, mi mal voy a beber.
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David John Morales Arriola