Mírame;
sí, mírame con esa mirada
que sólo tienes tú.
Mírame;
pero no me mires
con la del mar azul;
mírame
con la de la oscura noche
que tanto embriaga,
que tanto embruja
que penetra en mi interior
y yo, sin ningún reproche,
la dejo ahí
con mi dolor.
Mírame otra vez,
mujer,
como lo hiciste ayer.