Suplicando clemencia a mi verdugo
me encuentro en el estrado sometida,
esperando el momento culminante
en que caiga silbante la cuchilla.
No digáis que para una poeta
no es romántica la guillotina,
que separa la cabeza del cuerpo
con solo un instante de agonía.
¿Puede haber una muerte más dulce?
¿Puede haber en ello maás poesía?
Muramos pues contentos y animados,
dediquemos al verdugo una sonrisa.