No se curan las penas,
con cilicios y arengas.
La pena que se enquista.
Nunca crece hacia afuera.
Se retuerce hacia adentro,
como raíz en la tierra.
No se detiene el mundo,
si la voz se cercena.
Pero se va achicando,
la verdad que sustenta.
Convirtiendo la vida,
en una eterna rea.
No se culpa al contrario,
de nuestras propias deudas.
Ni merma la vergüenza,
aunque el cuerpo se aleja.
Patente está el delito,
aunque no tenga pena.
La verdad se defiende.
Pero de heridas llena.
Mientras ve a la mentira,
escalando colinas.
La moneda corriente,
que soterra las vidas.
Engullendo las mentes,
con promesas de pega.
No se detiene el mundo.
Pero a veces cojea.
Renqueando sostiene,
la precaria existencia.
De las vidas ocultas.
Olvidadas y ciegas.
En la sombra claudican,
por la avaricia ajena.
Sometidos sin rumbo.
Prisioneros sin rejas.
Vagabundos sin nombre,
que soportan fronteras.
Con el respeto roto.
La dignidad deshecha.
Caminar sin futuro.
Sin conocer la senda.
Un clamor se adivina.
Una luz que se acerca.
Unos tímidos pasos,
tanteando la tierra.
Una voz en sordina,
que su tensión aumenta.
Corazones deshechos,
que se retroalimentan.
Paulatina y constante,
sube ya la marea.
A. L.
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