No pretendo vivir del patrimonio
de un nombre hipotecado,
deudor de una mujer,
hijo de nadie,
no es mi estilo buscar en los aromas de las huellas ajenas
conductas oxidadas ni acrobacias nocturnas,
lo que intento es llegar hasta el final de este inmenso poema
que es quererte
sin ira entre los dedos ni vasallo
de mis propios caprichos.
Y es que quiero gritar aunque me tachen de imbécil
que tú no existirías si no fuera
porque yo te he pensado,
que yo no sería yo
sin esa imagen
que refleja el cristal y es justamente
el perfil de tu cuerpo.
Apenas sé quién soy ni en qué diluvio llegaron hasta aquí los familiares
de mis antepasados,
contigo he aprendido cuánto pesan las lágrimas a la luz del carburo,
he visto el aguijón en los besos y el sol en las ortigas,
nada puedo temer sino este orgullo
que se llama pretérito y escribe
palabras que me salvan de esa absurda amargura que sería
no estar en tu poema.