No suelo escribir sobre experiencias de otras personas. Generalmente pienso que nuestras historias y recuerdos son todo lo que somos, por ende siento que robo las palabras de la boca de la persona que lo está viviendo. Pero por otro lado, creo que esta vez esa voz está rogando ser escuchada pero no sabe expresarlo. Digamos que es como ‘’doble pensar’’. Dos pensamientos contrarios pero creo que ambos son correctos. Voy a hacerle el favor de ser su escritora fantasma.
Ella tiene el corazón roto. Se siente usada y vulnerable. Y con razón. Él, sin nada más que excusas vacías y justificaciones incoherentes, trató de ‘’explicar’’ por qué se fue. Por qué volvió a los brazos de otra.
Cuando él fue usado y se sintió vulnerable por un amor absorbente e interesado, ella lo levantó; le dió un hombro para llorar, razones para reír y nuevos labios para besar. Pero quizá no fue suficiente. Él se sentía justo como ella ahora. Impotente, desesperado. Ella fue capaz de dar todo por el otro. Darse en cuerpo y alma. Lo hizo el Sol y ella era la tierra girando alrededor.
Pero al que ya está acostumbrado a las migajas, no podés culparlo por desperdiciar un banquete. Cuando alguien constantemente mendiga por atención y tiempo, se siente sofocado cuando por fin los tiene.
Y así, como un colibrí, cuando absorbió todo de esa flor, se fue volando.
Ahora, cegado por las promesas vacías de un amor desgastado (pero del que él nunca perdió esperanzas), volvió a mendigar.
Quizá él es un desagradecido, quizá ella lo consintió hasta sobrepasarlo, o quizá no es culpa de ninguno de los dos.
Él nunca dejó de adorar a su ama. Ella le entregó su amor más puro sabiendo esto de antemano, pero mintiéndose a sí misma, viviendo en un cuento en el que él la abraza dulcemente, le da un casto beso en la frente y van de la mano por las iluminadas avenidas sin ninguna sombra persiguiéndolos.
Puede que él también la amó, puede que haya tenido las mismas intenciones de un nuevo comienzo, pero su amor cansado y desvalorado no tenía comparación con el lleno corazón que ella ofrecía.
Él se asustó. Nunca fue muy valiente. Al pájaro que le enseñan que la vida es una jaula le da miedo volar.
La diferencia es que por él, ella hubiera volado. La diferencia es que cuando él ya era todo su universo, ella no era ni una estrella. La diferencia es que ella lo amó, y él ni lo intentó.