Igual que brisa, refrescante y tibia,
llegaste un día con tu fresco aliento,
cual perfumado sacuanjoche nica
era tu cuerpo fuente de deseo!
Miré tus ojos, verdes, diamantinos,
rayos manaban con magnífico halo,
sentí al momento del amor su grito
y el gran deseo que me fue arrollando!
Y fue tu rostro, de suprema gracia,
que trajo luz que iluminó mi senda,
pues tu traías el fulgor de Aglaya
que tinte dieron a mis horas tensas!
Con magia sacra, de pasión cubierta,
vino contigo del amor su llama,
y diste tregua, con tu gran belleza,
a los pesares que tenía el alma!
Y desde entonces tu existencia adoro,
bendigo el día que crucé tu vera,
hoy, con mi cítara, con mi alma toco
para cantarte mi alegría inmensa!
Cada minuto que contigo paso
brillan mis ojos por la grande dicha,
eres la reina, que con tierno manto,
cubre amorosa mi cansada vida!
Autor: Aníbal Rodríguez.