Dormir esta vida entera, quisiera,
y vivir entre mis sueños, como un muerto,
sin saber lo que pasa fuera, tierra,
ni lo que sucede dentro... durmiendo.
Pero el cuerpo me despierta, ¡sorpresa!,
siempre que no quiero; lo siento
moverse con la luz inquieta, sincera,
que abre los ojos viejos y ciegos.
Una vez más abandonar el lecho, hueco
de refugio en el campo, santo,
¿Para qué?... bajo la sábana cubierto, tengo
todo el frío del mármol, blanco.
De nuevo a caminar entre humanos, lunáticos,
sin notar pasar el tiempo, ligero,
dando pasos de turbado sonámbulo
en las aceras etéreas del secreto cuerpo del viento.
No, yo lo prefiero, deseo
seguir contra la almohada, arrugada,
quieto, enfermo, en silencio,
objeto entre objetos, falto de alma y palabras.
Ser cosa más, sin latido, fingido,
no más que cosa, sin vista ni tacto, estático,
sin gusto, sin oído perdido
al ruido del asfalto. Y sin olfato
no estornudar alérgico, al tétrico
teatro dramático, al beso largo
del mundo esférico y periférico
verdugo de sabios, locos y labios.
Sentir sobre mí el polvo, poco a poco,
como cae callada la nieve, si viene,
revolcado sin saberlo del todo, en el lodo
de motas rotas, roca entre copos evanescentes.
Quizás ser piedra
que se coge y se tira, y gira,
gira en el aire; nadie que respirar pueda,
encamado y de lado hecho trizas.
Yo soy, por hoy, el que busca ser nada,
sino ser todo por sino del sueño,
y, si no, creo solo... y en el momento
el mundo que sólo creo en mi fragua.
Soy lo que fui, durmiente, bello o feo,
con la luz de la mente ya apagada,
para no hablar de aquello que no se habla
y no escuchar lo que se oye despierto.
Dormir esta vida entera, quisiera,
vivir entre mis sueños, como un muerto,
sin saber lo que pasa fuera, tierra,
ni lo que sucede dentro... durmiendo.
Pero el cuerpo me despierta, ¡sorpresa!
...Como un trozo de carne sin aliento.