Esa noche sublime, tu, yo y la luna,
las aguas templadas de la playa
complice de la gran pasión desbordada,
nos bañaban con enorme ternura.
tus grandes y azorados ojos azules
se oscurecían por el deseo palpable,
Al mirar despojarme de mi ropa
y caminar hacia ti, sin pena alguna.
Me arrodillé frente a ti, nos besamos
con urgencia y caíste de espaldas al agua,
besé cada parte de tu cuerpo
mientras tus manos me acariciaban.
Los azules rayos de luz de luna
caían ardientes sobre tu blanco torso.
Me enardecían tus movimientos de gato
y me lanzaba sobre ti a horcajadas.
¡El amor fue tan intenso!
hicimos el amor como nunca,
parecías un Dios gimiendo
suplicando por más y más.
Fuimos tan ajenos al ojo imprudente,
a la malicia de los pobladores,
nada nos importó más que ese instante,
la última y eterna noche de los amantes.