Tibias nubes de nácar.
Luces de fuego ausentes.
Ocultos los amores.
En lejanas colinas,
donde el Sol no se pone.
Dando sombra a los ojos,
las pestañas se inclinan.
Rizadas como hilos,
movidos por la brisa.
La mirada se queda,
entre rejas perdida.
Como queda la Luna,
en la sima sumida.
Invisible el aliento,
que alimenta la vida.
Translúcidas las voces,
como tímidas risas.
Las bocas vigilantes,
esperando sin prisa.
Una lágrima llega.
Ambarina caricia,
rozando la mejilla.
Una alas batiendo.
Como golpes de viento,
girando la veleta.
Señalando el sentido,
que dirige la vida.
Batir de pensamientos,
de ideas imprecisas.
Señalando una meta,
que gira enloquecida.
Ojos llenos de Luna.
De verdades vividas.
Proyectando la sombra,
o la luz a hurtadillas.
Revelando el secreto,
o guardando sus cuitas.
Enseñando el sendero,
cuando el fondo ilumina.
Como frágiles pétalos,
son los labios que miman.
Barnizados de rosas.
Bordados con la risa.
Entreabiertos provocan.
Cerrados sacrifican.
Guardianes generosos,
o recios carceleros.
Permanentes vigías.
Vino de rosas rojas.
Esmeraldas que miran.
Bellos vasos de lágrimas,
que el corazón ensanchan.
Latidos que gobiernan,
las oscuras entrañas.
A. L.
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