Encerrado
em una prisión de oscuridad
solo por una pequeña ventana
se podía ver el cielo
en que el sol
solo por poco
entraba al medio día
en un rincón entre las casas
daba una mirada de calor y brillo
iluminando por un ratico
mi rostro,
después quedaban las nubes
para las cuales
extendía mi mano
por entre ese hueco
que se transformaba ahora
en la puerta para iniciar un sueño.
Como la puerta de una iglesia
delante de mis ojos mojados
con lágrimas de inocencia
sin comprender
lo que había sucedido
calientes y felices
por haber encontrado la salida
entraba en un lugar
donde muchos no podían ver
frío como el hielo
donde nace el viento
suspendido como por una ala,
leve como una pluma
que bailaba en el tiempo.
Y allá estaban ellos
todos esos ángeles
que podía imaginar,
libres como yo
que subían y bajaban sin parar
pareciendo
que entendían mi cantar.