Quise mandarte una carta
sin saber qué iba a escribirte,
anoté tan solo: Martha,
y no supe más decirte.
Yo que fui el dueño de tu alma,
que te amaba con locura,
que transformé mi amargura
en dicha, alegría y calma.
Que sentí temblar tu talle
al contacto de mi boca,
y que al ir por esa calle
te besé con ansia loca
jurando que eras mi amada.
Yo que palpé tu figura
esculpida en piel de ébano
con elegancia y finura,
yo que te vi en traje de Eva, no
pude escribirte nada.
Carlos Dguez
23/02/1975