10
Me quedo sentado en el rincón, abatido, inepto, estorbando.
El ancla me arrastra, agarro la escoba,
juré estar a su lado, mirar debajo de la cama y ahuyentar a los monstruos,
alguien trajo medicinas, jeringas, alcohol, libros de oraciones,
algunos hablan de su encuentro con Dios y de los milagros celestiales ,
limpio la mesa, mi Esposa reparte café,
lavo los platos, y vuelvo al rincón,
pienso en los milagros.
11
Vendí el cielo, libros, camisas,
zapatos, el auto, vendí los recuerdos,
el reloj, anillos, vendí todo.
La Madre envejecía como esas flores
que el viento arroja a la orilla del jardín.
No quiero cerrar la puerta,
ni dejar el sol ausente,
a veces el mar desaparece en el espejo,
buscaré entre las cortinas lo que sea,
mi Esposa se quita los aretes
y me los entrega,
“hay que pagarle a la enfermera”,
no puedo mirar sus ojos,
venderé los aretes,
“ya vengo, dile a la enfermera que espere un poco”.