Existe un momento donde es muy fácil sentir que uno es la roca que alguien arroja al vacío.
Caer..... y caer...... y caer, es muy fácil como el perderse en lo oscuro de el por qué, del culpar, del desafiar o maldecir.
Cuando era pequeño pensaba que las cosas malas solo sucedían en lugares alejados de mí, lejos de mi familia, lejos de mis seres amados y en lugares extraños, lejos de mi existir.
Qué sorpresa es darse cuenta que aún las cosas malas son parte de la naturaleza de vivir; morir.
Me preguntaba por qué algunos adultos no lloraban como lo hacía yo, por qué no expresaban su dolor o algún gesto como los que yo dejaba fluir por mi sentir; pensaba que eran malos, insensibles, inhumanos de pocos sentimientos.
Qué gran sorpresa, ¡soy adulto! y es que hoy ya no lloro, ya no expreso.
¿Por qué?
Sí soy humano, muy sensible, con más sentimientos.
Hoy la respuesta es simple, porque hoy ya no me pregunto eso que veía en esos adultos que de niño me causaban pena.
Ahora veo a los niños, a los jóvenes y muchas personas que lloran, y los entiendo...... aunque no me entienden y no comprenden porque ya no lloro.
El tiempo, las vivencias, los eventos y circunstancias, traen consigo las respuestas y todo eso que llamamos experiencia y sabiduría; llegando el momento de comprender todo lo que algún día era lo incomprensible, lo del miedo, la angustia..... qué sé yo.
Habrá quien piense que tal vez gozo de algún tipo de locura al pensar que todo lo malo siempre trae algo bueno, y esto es tan sencillo como el saber que es más fácil creer en lo malo para olvidar todo lo bueno que se tiene, ya que de lo bueno esperamos los más imposibles milagros para creer que sí es bueno, ¡vaya! qué forma tan mía de explicarlo.
¡Pero es cierto que al mal tiempo buena cara!
Existe un momento donde es muy fácil sentir que uno es la roca que alguien arroja al vacío, pero justo antes de tocar la tierra y pensar un poco; siento como esa roca que soy, gira para ser la pluma que el viento la levanta y se libera de tan grande carga.
Así es vivir, así es seguir; como la roca que se convierte en pluma.
Marc Téllez González.